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Pese a que habitualmente cuando hablamos de adicciones asociamos dicho término con las adicciones con sustancia (alcohol, tabaco, cannabis, cocaína, etc.), la realidad es otra muy distinta. En la actualidad, las adicciones sin sustancia están tan presentes o más, en la sociedad occidental, como la adicción a las drogas.
Con adicciones comportamentales o sin sustancia nos referimos a la ludopatía, a la adicción a las nuevas tecnologías, al sexo, a las compras, a la comida, al trabajo...
En realidad, cualquier actividad normal percibida como placentera es susceptible de convertirse en una conducta adictiva.
Lo que define una conducta como adictiva es que el paciente:
Todas las conductas adictivas están controladas inicialmente por reforzadores positivos -el aspecto placentero de la conducta en sí-, pero terminan por ser controladas por reforzadores negativos -el alivio de la tensión emocional, especialmente- (Echeburúa, 1999; Marks, 1990). Es decir, una persona sin adicción juega a las máquinas tragaperras, habla por el móvil o va de compras por el placer de la conducta en sí misma; una persona que presenta una adicción, por el contrario, lo hace buscando el alivio del malestar emocional (aburrimiento, soledad, ira, nerviosismo, etc.).
La Organización Mundial de la Salud la define como una enfermedad crónica, y se reconoce como tal en 1980, definiéndola de la siguiente forma: “Trastorno caracterizado por la presencia de frecuentes y reiterados episodios de participación en juegos de apuestas, los cuales dominan la vida de la persona enferma en perjuicio de sus valores y obligaciones sociales, laborales, materiales y familiares; esta conducta persiste y a menudo se incrementa a pesar de las consecuencias sociales adversas tales como pérdida de fortuna personal, deterioro de las relaciones familiares y situaciones personales críticas" (OMS, 1992).
Más recientemente, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, quinta edición (DSM 5), incluyó la ludopatía entre las adicciones por sus similitudes en la expresión clínica, origen, comorbilidad física y tratamiento con el resto de adicciones al alcohol, tabaco y drogas ilegales (Asociación Americana de Psiquiatría, 2014).
Se trata, por tanto, de un comportamiento de juego desadaptativo, persistente y recurrente, indicado por al menos cinco de las siguientes características:
Los efectos directos relacionados con la ludopatía son:
El continuo estrés que supone mantener y ocultar el juego produce toda una serie de alteraciones físicas, las más frecuentes suelen ser, dolores de cabeza, musculares, fatiga, insomnio, alteraciones gastrointestinales y sensación de debilidad.
Estos son los más perjudicados por la falta de control sobre el juego. Se produce aislamiento por parte del afectado, mentiras, gasto excesivo de dinero, desaparición de dinero y venta de objetos personales.
La tasas de incidencia de alcoholismo entre los jugadores patológicos son superiores a las existentes en el total de la población.
Los más habituales son la depresión y la ansiedad.
Los ludópatas suelen padecer un empobrecimiento en las relaciones sociales, tienden a evitar el contacto con amistades y pierden el interés por actividades que realizaban antes de empezar a jugar compulsivamente.
La tendencia a la transgresión de normas es otra de las consecuencias del juego patológico. La comisión de hurtos en casa o fuera de ella, responde a la necesidad de obtener dinero y bienes para seguir jugando.